lunes, 16 de abril de 2012

Titanic, un naufragio más.

Vaya por delante mi recuerdo y mi respeto a todas las víctimas de los cientos de naufragios que ha habido, y que por desgracia habrá.

Hay algo que me molesta constatar día tras día. Parece que estoy esperando cualquier noticia o evento para meterme con la historia anglosajona y con su forma de tratarla. No me digáis que no es un exceso el seguimiento del centenario del hundimiento de ese transatlántico. Pero esta vez no creo que tenga razón en mi suposición, al menos en su totalidad.

¿Es por el número de muertos? En la madrugada del 15 de diciembre de 1.991, un ferry llamado Shalem Express se hundía en la costa de Safaga, en el Mar Rojo. El número de ahogados pudo llegar a los 1.000, aunque la cifras oficiales reconocieron 400. Todo el mundo sabe, como se sobrecargan los transbordadores en algunos países. (Ver también el Lusitania)

¿Es por el tipo de buque? Transatlánticos se han hundido algunos, entre ellos uno español. El Príncipe de Asturias, mal conocido como "Titanic español". Más modesto que el Titanic, era el barco más grande de pasajeros español. Encontró la tragedia en marzo de 1916 cuando chocó con un arrecife sumergido ante las costas brasileñas. Había partido de Barcelona y navegaba en dirección al puerto de Buenos Aires con 588 pasajeros registrados, de los que solo sobrevivieron 143. La capacidad del barco era mucho mayor y podía albergar 2.000 pasajeros. Se cree, sin embargo, que el número de muertos fue más elevado porque llevaba polizones y pasaje al margen del registro.

¿Es porque era anglosajón? En mayo de 1915, el Lusitania, era torpedeado por un submarino alemán, cerca de Irlanda. El barco se hundía pocos minutos después con 1.900 personas a bordo, entre ellas algunos estadounidenses. La marina alemana alegó, que era un carguero encubierto.
Pues no parece que ninguna de estas consideraciones pesen lo suficiente, como para provocar ese bombardeo mediático. Quizá se sumen otras consideraciones. Yo mantengo que hay dos poderosas razones:

A) Trauma. Derrota.
El hundimiento del Titanic, fue un duro golpe para la prepotencia técnica anglosajona. Tanto el diseño del barco, como su deficiente manejo, dejaba mucho que desear. El Titanic era el hijo predilecto de la revolución industrial, la bandera reinvidicativa del imperio británico, y de su "hijo" americano. Puro orgullo paseándose de continente en continente... al menos esa era la idea.

B) Gestión del trauma.
Indiscutible es, la magnífica gestión que hacen los anglosajones de su historia; de las victorias, exagerándolas y rodeándolas de un halo de heroísmo enfermizo, y de las derrotas, buscando el heroísmo individual, la historia personal, el lado romántico o sensiblero, explotando el espectáculo, o convirtiéndolas en inevitables, debido al destino.

Aparte de su propia historia académica, desde principios del siglo XX se unió la poderosa máquina de Holywood, como distribuidora a las masas de su cultura y hechos. En esta ocasión, tenemos a James Cameron abanderando el centenario de un hundimiento, un naufragio más, convertido en toda un mina para ganar dinero, a costa del destino fatal de cientos de vidas.

El gobierno egipcio declaró al Shalem Express, y el fondo donde yace, como cementerio, debiéndole el debido respeto. Cierto es que no es así, y que ha sufrido cientos de saqueos; desde el equipaje de los ahogados, hasta piezas de los coches que transportaba en la bodega. Yo he estado allí buceando, no toqué nada, solo fue una inmersión de un pecio, hasta que me sentí incómodo y más tarde avergonzado de haber buceado en esa tumba colectiva.

¡Dejemos a los muertos en paz!

 

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