miércoles, 25 de abril de 2012

"Un día cualquiera". Un pequeño tributo a Cervantes


"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor".




No quiere acordarse, o no puede. La memoria falla. La memoria miente, nos miente, fabrica situaciones edulcoradas y deformadas. Da igual, sigue siendo nuestra realidad, nuestra verdad.


He vuelto a enfrentarme a El Quijote. Lo he intentado leer tantas veces como el Ulises de James Joyce. Miento, no es exactamente así. A lo largo de mi vida, habré comenzado los dos libros, tres o cuatro veces, pero no logré pasar de las primeras veinte páginas. Vaya en mi favor, que El Quijote lo leíamos en el refectorio del seminario, en la comida y en la cena. Podré haberlo oído unas cuantas veces, pero no es lo mismo que leerlo. El que leí fue El Guardián entre el Centeno, y lo hice por pura curiosidad. La culpa es de una serie de películas americanas, en las que alguno de sus personajes lo nombraba; normalmente individuos atormentados y con síntomas de alguna patología social. No saqué mucho en claro, la verdad; que el mundo es una porquería, y lo difícil que es crecer y hacerse mayor, se puede constatar todos los días, y si tienes hijos, mejor me lo pones. No sé a qué viene sacar a colación este libro... ya sé, porque lo hice sin convicción, solo atraído por el morbo.
¡Joder! No me he dado cuenta de la hora que es. Otra vez llego tarde al trabajo. Llevo días sin dormir bien. Me despierto a las cuatro de la madrugada y me da por repasar títulos de libros que he leído. Algunos los llevo impresos en mi memoria, pero cuando trato de recordar algo sobre su contenido, me quedo en blanco. Con un poco de suerte logro adivinar, más o menos, algo de la trama o del desarrollo; poca cosa. Por eso digo que no confío mucho en la memoria. Espero que todo lo que he leído, por lo menos, se haya convertido en la semilla de mis sentimientos y pensamientos.


Son las nueve de la mañana. Aquí estoy; apretado contra la puerta del vagón, sujeto con fuerza un ejemplar de bolsillo de El Quijote. Me he propuesto terminarlo.  Me hace gracia, puedo recitar de memoria sus primeras frases como la conocida del poeta este..."Con diez cañones por banda..." ¡Espronceda!


¡Cómo llueve! ¡Y yo sin paraguas! En algún sitio leí, que las estatuas de caballo y caballero te dicen, según la posición de las patas delanteras del caballo, como murió el personaje. No me acuerdo. ¿Y este hombre quién es? ¿Murió en la cama, o en batalla? Felipe III... ni idea.


-Que sí, que sí. Ya lo seeeé...llego tardeeee.- Este tío es un gañán.


-¡Ya estás montando las mesas del comedor!- Ladra, no habla.


-Vale, vale. "Tranqui".


A ver si a la vuelta, en el metro, puedo comenzar de nuevo, el libro. Tengo que decir, que me acuerdo de algunos pasajes y datos, quizá los más conocidos, como los de los molinos de viento, la fealdad encubierta de Dulcinea, la obsesión de Sancho por la ínsula Barataria.  Este Sancho tenía que ser muy corto ¿No se daba cuenta de la imposibilidad de la empresa? ¡Menudo fiasco!


También me acuerdo de "La Montaña Mágica" de Thomas Mann. Lo único que tengo claro es el profundo aburrimiento de sus personajes. La espera de la muerte como objetivo diario, como epílogo de algo triste y decadente.


Acabo de cargarme un vaso ¡Mierda! Y para colmo me he cortado. Menuda bronca me espera, si no puedo servir el menú "anticrisis" de los cojones ¡Menuda imaginación tiene mi jefe! Este, si llega a conocer a Alonso Quijano, le quita el puesto  a Sancho.


-¡Halaaa! ¿No ves que estas manchando de sangre los manteles?- Me pilló.


-Estoy bien, gracias. Cuando me desangre del todo, me ayudas un poco.- Gilipollas.


En la Castalia de El Juego de los Abalorios tenía que estar. Herman Hesse sí que imaginó un estado perfecto. A mí me gusta pensar, discutir, crear. Ya, ya sé que por mucho que me empeñe nunca viviré del arte, pero todos tenemos un sueño, y yo no lo quiero abandonar. El día que me rinda a la realidad, tendré que enfrentarme a una muerte lenta y dolorosa...no voy a pensar en eso.


Esto está vacío. He servido cinco menús. Solo quedamos dos camareros de cuatro que éramos hace dos años. Esto huele fatal. A ver cómo me arreglo con el alquiler. Para,  para. Vamos a tranquilizarnos, que empiezas y te disparas sin freno alguno.


-¡Marchando una cañita!- Menos mal que hoy me toca salir antes del turno de noche.


La verdad es que no me apetece mucho leer ahora. Prefiero ir fijándome en la gente que va en el metro. Me invento historias sobre casi todos ellos. Por ejemplo; esta mujer que tengo sentada enfrente, viene de trabajar. Lleva el clásico bolsito que esconde el "tupperware"...vamos, la tartera de toda la vida. Así no hay manera, y terminaran por cerrar otro montón de bares y restaurantes que viven a base de servir menús económicos. Centrémonos. Vaya, es mi estación.


Hoy me voy a ir a la cama prontito, tengo mucho sueño. No podría ser de otra manera, con lo poco que duermo. Antes de acostarme voy a echar un vistazo a los libros que tengo, a ver si me acuerdo del contenido de alguno más. La Sonrisa Etrusca; este Sampedro, siempre me ha dado una profunda envidia sana. Que vejez tan vital y lúcida. Firmaba yo ahora mismo, la ternura de su narración y la dignidad con la que trata la última etapa de una gran vida. Sigamos. ¡Carajo! Diálogos de Platón; no estoy yo ahora para "droga dura". Me canso... a dormir.


¡No me lo puedo creer! ¡Las cuatro y media de la madrugada y con los ojos como platos! No sé si poner la radio...no. Tampoco tengo hambre... Mira donde he dejado el Don Quijote. Venga, no puede haber mejor momento que este, para comenzar la aventura de leer... por lo menos, si no me engancho me entrará sueño, y eso que gano.


"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme..."



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