miércoles, 21 de marzo de 2012

En blanco...me he quedado en blanco.




En blanco. Acabo de colapsarme. Si hago entradas en este blog es porque me divierte y porque creo que es posible utilizar las plataformas de información, para intercambiar opiniones y divulgar conocimientos.

Dispuesto a escribir sobre varios temas que tenía pendientes...y de repente me he parado, mirando fijamente la pantalla en blanco , como el que abre la puerta de su casa, dispuesto a salir y se encuentra con un vacío que no debería estar allí.
Las noticias, o los asuntos que sigo, hoy no me llaman la atención. Me cansa la repetitiva y machacona información que aparece en alguno de ellos. Me aburren los comentarios de los locutores de radio, y lo que leo en la prensa; una gran apatía me invade y me arrastra a la inactividad.
Lo más relevante de hoy, es que está nevando. El blanco de los tejados y del paisaje me devuelve a la pantalla, esta vez, de una pantalla en un blanco mentiroso, que cubre millones de caracteres describiendo historias que no llego a descifrar.
El blanco es sibilino, engañoso, deslumbrante. Te perturba con esa inmaculada percepción, pero esconde la suciedad, la oscuridad bajo su manto. Por eso, cuando la nieve va perdiendo su finita belleza, al mezclarse con la realidad se vuelve barro y fango; desaparece al mezclarse con la dura realidad.
Sigo en blanco. Sigo mirando los copos de nieve caer sobre la superficie previamente colonizada por sus iguales. Intento comprender sus caprichosos movimientos, no dando importancia a que todo está determinado por la física y las matemáticas.

Vuelvo a la mesa y por tercera o cuarta vez, miro de frente al blanco, esta vez al de la pantalla, y empiezo a pensar en la similitud con la nieve. Todos las palabras están ahí, esperándote a que puedas utilizarlas para lo que entiendas relevante, o no. Todas las letras dispersas, pueden unirse a tu llamada, rodearse de significado, y romper las ataduras de la nada.

Nos creemos que la nada tiene un color negro. Identificamos el vacio del universo con el negro, con la plena ausencia de fotones. Yo no lo creo, creo que la nada es el blanco. El infinito es blanco como la nieve, sin bordes, sin costuras, sin interrupciones. El negro te arropa, como cuando estás en el vientre materno, está lleno de vida, aunque su entorno sea la más absoluta de la obscuridad. Las plantas nacen en el negro vientre de la tierra, toman fuerza para su crecimiento, y solo en ese momento están dispuestas a la luz; pero no para el blanco radiante y mortal.

Pero en cambio todos entendemos que el blanco es el bien, la ausencia de mal y de dolor. Pureza, inocencia y gozo, dice la religión cristiana sobre este color. Es el color de la resurrección, el de la túnica de Cristo. Menuda contradicción, el color que recubre la muerte, el sudario, resulta que quiere significar la "Nueva Vida".
Alguien nos ha mentido. No me gusta el blanco, me aterra. Engaña, miente, esconde, despista, ordena.

Cuando ves el blanco, estás cerca del fin, estás entrando en la nada, en el tránsito. Luego la oscuridad te arropa, te nutre y te cuida hasta que vuelvas a mezclarte con el universo, hasta que vuelvas a ser Universo.

Me he quedado en blanco... malo.

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