En blanco. Acabo
de colapsarme. Si hago entradas en este blog es porque me divierte y porque
creo que es posible utilizar las plataformas de información, para intercambiar
opiniones y divulgar conocimientos.
Dispuesto a escribir sobre varios temas que tenía pendientes...y de repente me he parado, mirando fijamente la pantalla en blanco , como el que abre la puerta de su casa, dispuesto a salir y se encuentra con un vacío que no debería estar allí.
Las noticias, o
los asuntos que sigo, hoy no me llaman la atención. Me cansa la repetitiva y
machacona información que aparece en alguno de ellos. Me aburren los
comentarios de los locutores de radio, y lo que leo en la prensa; una gran
apatía me invade y me arrastra a la inactividad.
Lo más relevante
de hoy, es que está nevando. El blanco de los tejados y del paisaje me devuelve
a la pantalla, esta vez, de una pantalla en un blanco mentiroso, que cubre
millones de caracteres describiendo historias que no llego a descifrar.
El blanco es
sibilino, engañoso, deslumbrante. Te perturba con esa inmaculada percepción,
pero esconde la suciedad, la oscuridad bajo su manto. Por eso, cuando la nieve
va perdiendo su finita belleza, al mezclarse con la realidad se vuelve barro y
fango; desaparece al mezclarse con la dura realidad.
Sigo en blanco.
Sigo mirando los copos de nieve caer sobre la superficie previamente colonizada
por sus iguales. Intento comprender sus caprichosos movimientos, no dando
importancia a que todo está determinado por la física y las matemáticas.
Vuelvo a la mesa y
por tercera o cuarta vez, miro de frente al blanco, esta vez al de la pantalla,
y empiezo a pensar en la similitud con la nieve. Todos las palabras están ahí,
esperándote a que puedas utilizarlas para lo que entiendas relevante, o no.
Todas las letras dispersas, pueden unirse a tu llamada, rodearse de
significado, y romper las ataduras de la nada.
Nos creemos que la
nada tiene un color negro. Identificamos el vacio del universo con el negro,
con la plena ausencia de fotones. Yo no lo creo, creo que la nada es el blanco.
El infinito es blanco como la nieve, sin bordes, sin costuras, sin
interrupciones. El negro te arropa, como cuando estás en el vientre materno,
está lleno de vida, aunque su entorno sea la más absoluta de la obscuridad. Las
plantas nacen en el negro vientre de la tierra, toman fuerza para su
crecimiento, y solo en ese momento están dispuestas a la luz; pero no para el
blanco radiante y mortal.
Pero en cambio
todos entendemos que el blanco es el bien, la ausencia de mal y de dolor.
Pureza, inocencia y gozo, dice la religión cristiana sobre este color. Es el
color de la resurrección, el de la túnica de Cristo. Menuda contradicción, el
color que recubre la muerte, el sudario, resulta que quiere significar la
"Nueva Vida".
Alguien nos ha
mentido. No me gusta el blanco, me aterra. Engaña, miente, esconde, despista,
ordena.
Cuando ves
el blanco, estás cerca del fin, estás entrando en la nada, en el tránsito. Luego
la oscuridad te arropa, te nutre y te cuida hasta que vuelvas a mezclarte con el
universo, hasta que vuelvas a ser Universo.
Me he quedado en
blanco... malo.
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